De: elperiodismodigital.org
El fundador del Diario Digital RD, José Tejada Gómez publicó en días pasados en el portal que dirige el artículo “De la redacción análoga a la digital”, en la que comenta entre otras cosas, las cualidades de que gozaba lo que define como “redacción análoga”.
Tejeda Gómez llena de adjetivos a las salas de redacción tradicionales cuando comenta, por ejemplo, que “la redacción análoga era más colectiva y coloquial, forzaba a un ejercicio más intelectual e interactivo, y la preparación profesional, propiciaba la confrontación de ideas y de enfoques”.
El periodista destaca pues las cualidades de el periodismo antes de la era digital y critica, en cierta medida, la forma en que la era digital ha “afectado” a la actividad periodística. Una de sus frases al respecto señala que “de repente, el dato y el conocimiento que era posible obtener mediante una lectura rigurosa y la interacción del personal de una redacción, pasó a estar concentrado en un solo artefacto, el ordenador o computadora, conectada a la web donde aparecen informaciones infinitas”.
Aunque Tejada Gómez no señala abiertamente que el periodismo digital sea de menor calidad que el “análogo”, pareciera coquetear precisamente con esa idea.
Dejando atrás el artículo de José Tejada, ya ha habido otros que han señalado la forma en que internet afecta las “capacidad cognitivas” o al menos las reduce. Nicholas Carr, redactó en 2008 un artículo en el que preguntaba “¿Google nos está volviendo estúpidos?” en el que argumenta el hecho de que la web genera entre los usuarios una lectura más superficial donde pocos son los datos que se retienen y se convierten en memoria de largo plazo. Fenómeno que, además, sugiere, nos volvería dependientes de herramientas como el buscador Google.
“Cuando la Red absorbe un medio, ese medio es recreado a la imagen de la Red. Inyecta el contenido del medio con hipervínculos, parpadea anuncios y otras baratijas digitales, y rodea el contenido con el contenido de todos los otros medios de comunicación que ha absorbido. Por ejemplo, un nuevo mensaje de correo electrónico puede anunciarse mientras estamos echando un vistazo a los recientes titulares en el sitio de un periódico. El resultado es que dispersa nuestra atención y vuelve difusa nuestra concentración” dice Carr en el artículo que ha cobrado sobrada celebridad y ha llegado incluso a la publicación de libros.
Carr no está tan equivocado y José Tejada tampoco. La red, en efecto, ha modificado no sólo cómo consumimos información sino también cómo la generamos. Ambos aspectos tienen, a la vez, sentidos positivos y negativos.
Tejada Gómez lamenta el hecho de que, a la luz de las nuevas tecnologías, el periodista digital ya no conviva con sus colegas para buscar, ampliar o mejorar la información. Sin embargo, estas mismas herramientas ofrecen variadas formas de trabajo colaborativo que bien podrían explotarse en el futuro.
La Sala de Redacción Digital está al alcance del teclado: las redes sociales, los servicios en la nube, la comunicación inalámbrica quizá releven la necesidad de la comunicación presencial, al tiempo que la modifican e incluso la amplían.
Por otra parte, este uso de las tecnologías debe darse de manera consciente, con tal de explotarlas. Que sirvan para ampliar nuestras capacidades, no para limitarlas. Ni el periodista ni los usuarios deben dejar de lado los medios tradicionales para seguirse informando. Los libros no deben pasar de moda, por decirlo de alguna manera. Google no tendría por qué obstaculizar los mecanismos de la memoria, sino ser un coadyuvante, en un momento dado, de lo que hacemos cotidianamente con la información.
Finalmente, el periodismo digital no debería someterse a los mismos lineamientos de trabajo que el tradicional, sino rebasarlos y reformularse, al mismo tiempo, tomando como punto de partida (y lugar común a evitar) el periodismo tradicional.
Enrique Naveda, de Plaza Pública de Guatemala, criticó para Clases de Periodismo con Esther Vargas, los vicios que siguen inalterados en el periodismo digital. Toca, por ejemplo, hacia el final de su comentario, la cuestión de las subvenciones y dependencia económica de los medios tradicionales. Su análisis pasa también por la percepción general de los medios por parte de la sociedad y cómo han quedado ya más o menos desvelados sus intereses ante el auditorio. En resumen, parafraseando a Naveda, el auditorio ya no cree de la misma forma a los medios.
Pero en el periodismo digital se sigue jugando con la misma moneda, critica el periodista. Por ello, el periodismo digital debe buscar la forma de reinventarse, de crear verdadero periodismo aunque esto, advierte Naveda, es caro.
“Aún siendo más barato, el periodismo digital de calidad es caro y su modelo sigue encadenado a la misma piedra que hunde en la corriente a los medios tradicionales. Si no descubre pronto cómo desengancharse no tardará en ahogarse con aquellos. Si no descubre pronto cómo mantenerse a flote, cómo financiar sus proyectos, cómo lograr que alguien pague sin contrapartidas innombrables lo que cuesta (…) entonces ya no podremos decir que este es el tiempo de los medios no tradicionales. O en todo caso diremos, en el futuro, que este tiempo duró muy poco” señala Enrique Naveda.
Así que el debate, al final, no se trata de abordar las diferencias entre periodismo análogo y periodismo digital, sino cómo uno puede mantenerse a flote, el otro reinventar el género, y, más allá, cómo el periodista digital puede navegar por las aguas turbulentas de las nuevas tecnologías sin volverse simplemente en un ser dependiente de las mismas.
Una serie de preguntas que sugieren un debate mucho más amplio y que, seguramente, habrá de librarse en muchos foros… virtuales y reales.
Vía: Prensa CNP Caracas